martes, 21 de febrero de 2012

La vida es un carnaval

¿No habéis tenido nunca la necesidad de sentiros en la piel de otro, aunque sea por una sola noche?

 En estos tiempos en los que queremos olvidarnos de prisas, pisotones en el metro, telediarios sin buenas noticias, primas de riesgo y lunes negros,  Don Carnal nos ofrece la oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva por un día para convertirnos en estrella de cine, personaje de vídeojuego, princesa de cuento o en cualquier cosa que se te pueda ocurrir. Ni siquiera hace falta comprarse un disfraz excesivamente elaborado, y con unos trozos de cartón y un poco de cariño podemos transformarnos como por parte de magia en aquello que deseemos.

En El Club de los Martes somos expertas en experimentar con diversos materiales. Este año nos hemos atrevido con el ganchillo a la hora de elaborar nuestros disfraces (¡y los de nuestras mascotas!), y éste es el resultado.                                                                                                    

¡Espero que hayáis disfrutado del Carnaval tanto como nosotras!


miércoles, 15 de febrero de 2012

Parte de nuestra historia

Siempre me han gustado las manualidades. Mi madre las odia.

Esto significa que, durante muchos años, he tenido que buscar mi sitio entre hacer casas de muñecas de papel, castillos de cartón y gomaespuma, flores de cartulina con perfume y todo, e incluso las famosas mariquitas.






He tenido que recorrer sola un montón de maravillosas experiencias que, por resumir, me llevaron hace unos años a hacer una colección sobre abalorios. Me compré en el kiosko el primer número para ver si hacía algo con el estuche lleno de bolitas de colores que había ido guardando no sé muy bien cómo ni cuándo y me acabé suscribiendo a la colección que hice rigurosamente durante más de un año.


Y ese fue el fin.  O el principio, no sé, porque aquella colección de abalorios que empezó de una manera casi anecdótica, me llevo a curiosear por internet, y a su vez, a conocer a Bea y Raquel.

La primera vez que vi a Bea, se rió de mi, y creo que desde entonces es raro que pasemos 5 minutos seguidos sin reírnos.
La primera vez que vi a Raquel se disponía a pintar una habitación entera ella solita, y desde entonces no la he visto parar de hacer cosas (todas buenas).

Ni Bea ni Raquel se hacen idea de lo importantes que han sido en mi (nuestras) vida(s). Antes de conocerlas no teníamos ni idea de hacer flores con tela, o alfombras con trozos de camiseta. No teníamos un sitio donde reunirnos, ni donde tomarnos un cafetín, ni donde experimentar con el fimo y la resina. Ahora cada martes nos reunimos en Estaribel (la tiendecita que han montado con mucho esfuerzo e ilusión, y que nosotras hemos visto nacer) y compartimos experiencias, desengaños, dudas, problemas, y sobretodo muchos buenos momentos. Nunca falta algo dulce que comer y un café, y si estamos muy cansadas Bea nos enseña a hacer punto de relieve cruzado (y doble salto mortal) con ganchillo.


En definitiva, el club de los martes en su conjunto, y yo como 'portavoza' casual de este momento, queremos agradecer a las dos su colaboración e inspiración para este proyecto que nos traemos entre manos. No podíamos (ni queríamos) contaros cosas nuevas sin antes contaros esta mini historia que es también parte de la nuestra como club de los martes.

Y todo porque mi madre odia las manualidades. Aunque yo ya he encontrado mi sitio.

miércoles, 1 de febrero de 2012

San Valentín

Siempre que llega San Valentín me acuerdo de mi primer beso. Corrían los años 90, pero yo aún seguía anclada en la década anterior, y en mi radiocasette  sonaba sin parar una cinta grabada de Antonio Vega. Él era 4 años mayor que yo y me besó debajo de un árbol, cuando me acompañaba a casa. Fue un beso corto que pasó casi de puntillas.

Me acuerdo de bajar a la cabina telefónica para que no me escuchasen en casa hablar con él desde el  fijo, porque entonces no había Iphone ni Whatsapp, y el único ordenador que conocíamos era un viejo Commodore en el que jugábamos al Arkanoid y a los Space Invaders.

El amor cambia con la edad, es cierto. A los taytantos parece que es obligado que San Valentín signifique un restaurante caro, un vestido bonito, unas rosas rojas. Pero yo siempre recordaré cuando el amor no era más que reírnos y matar marcianitos mientras escuchábamos “La chica de ayer”.